23 de mayo de 2009

No te "cansas" de Kansas

Cierta vez en Buenos Aires, decidí ir a comer al restaurant Kansas. Éste sirve, a modo principal, comida basada en la típica cocina estadounidense, además de algunos platos enfocados en la cocina mediterránea. En primer lugar debo admitir que la comida es deliciosa. Pero he aquí mi crítica. Creo que fue la experiencia más abrumadora en cuanto a restaurantes se refiere en Buenos Aires. No quisiera aburrirlos con detalles minuciosos pero creo que además de sumarle a la anécdota, le viene bien a futuras personas que decidan pasearse por esta magnifica ciudad.

Si deciden ir durante el fin de semana a cenar allí, intenten no tener otros planes en mente esa noche. A partir de las ocho (diría yo), el lugar comienza a tener una demora de no menos de media hora, y adentrándonos más en la hora pico (entre las nueve y las diez) la demora oscila la hora. Al ser concurrido por tantas personas, al llegar se les anota la cantidad de personas que se disponen a comer y se les entrega una suerte de beeper o localizador, con el fin de llamarles cuando su mesa esté pronta. Hay que reconocer que a pesar del aparente caos, está todo muy bien organizado, como si se tratase de un plan en ejecución. Si prefieren una comida menos agitada y pasiva, es recomendable intentarlo en horas más tempranas o, en su defecto, intentarlo en días de semana, cuando, a pesar de que siempre hay gente, no habrá semejante demora y, por experiencia (fui dos veces), la atención es algo mejor. Siempre me ha gustado en algunos restaurantes el gesto de servir un aperitivo o copa de alguna bebida a quienes esperan su mesa. No solo calma el potencial apetito (que muchas veces causa mal humor cuando es aplazado... alguno sabrá a lo que me refiero), sino que forma parte de una imagen representativa del lugar. Bien, no esperen nada de esto en Kansas. No sé si es por estrategia de hacer que el comensal llegue con mucho apetito a la etapa de ordenar la comida, o por el simple y obvio hecho que significa un gasto, causas más que justas y entendibles. Pero desde el punto de vista del comensal, sería un gran gesto y una probable razón para volver.

Cuando finalmente comenzó a vibrar nuestro localizador, nos acercamos al mostrador de la recepción y una muchacha nos acercó hasta nuestra mesa. Aquellos quienes han comido allí coincidirán conmigo que cruzar el límite invisible entre el sector de espera y el sector de mesas, es como pasar de un mundo a otro totalmente diferente... se siente como las tinieblas, solo que acogedor. Pongámoslo de éste modo: la factura de luz del restaurant no debe ser muy amplia... más aún cuando muchas de las luces son antorchas a gas. Eso sí, lo que pagan de gas seguro no es poco! Nos sentaron en un box bastante cómodo, y al rato se apareció el mozo con los menús y luego de elegir, ordenamos. A juzgar por los precios mis expectativas eran bastante altas. Digamos que una comida completa, en la que incluiría postre y bebida, ronda los 30 dólares, lo cual en muchos paises es un regalo si le ponemos el servicio y ambiente que ofrece este restaurant. Una vez que llegó la comida pude entender la situación: las porciones son abundantes, y en algunos casos podrían ser compartidas, y en todos los platos existe algo que hace que un plato tan internacional como un fillet mignon sea casi una marca registrada. Pero el momento en el que mas a fondo pienso las cosas es una vez terminada la digestión, y la sensación de satisfacción no gobierna mis sentidos! de forma tal que, una vez pasado un tiempo de haber comido, me puse a pensar en la experiencia... y llegué a esta conclusión:
Sabemos que los restaurants venden más que comida. Venden una situación, un ambiente, una comodidad. En este sentido, pagaría cada centavo que valga. Pero la situación previa, la de espera, le saca bastante a la experiencia (algo corregible con un pequeño bocado invitación o una copa ligera) e hizo que vacile bastante si realmente valió lo que salió. Mirando hacia el servicio, poco hay que reprochar... la demora entre orden y plato es practicamente justa, y los mozos son muy atentos: todo funciona según el plan. Por último, la comida: aquí es donde tuve más dificultad. Por un lado los puntos de cocción, las porciones, los sabores, las combinaciones de ingredientes, todo parece estar calculado desde el principio, y todo esta a la perfección. Pero en un segundo plano me pregunto: ¿qué comí acá que no haya ya probado? poco, diría yo. Excluyendo a los vegetarianos y demás, no hay muchas personas que no hayan comido un trozo de carne o pollo, papas fritas, ensalada, pure, etc. Es cierto, practicamente ningún restaurant sirve comida típica estadounidense en Buenos Aires, y eso les da el derecho o, mejor dicho, el privilegio, de ser los pioneros en esta materia, pero esta comida no lleva una elaboración mucho más compleja que algún otro plato que podamos encontrar en otro restaurant: Estamos hablando de carne con papas fritas, que en un caso más elaborado podría estar aderezado con salsa barbacoa, o algunas hierbas. De todas formas, anteriormente mencioné el hecho que sus platos, aunque se basen en elementos comunes, logran casi una marca registrada. Esto es más que nada por la uniformidad de sus sabores, 95% resultado de la utilización de recetas secretas. Entonces, una nueva pregunta surgió en mi cabeza: ¿Kansas es realmente un restaurant de lujo (en tanto al poder adquisitivo de una persona común en Buenos Aires)? ¿acaso esta uniformidad, esta perfección, esta realidad de que voy a ir a comer algo que sé que va a venir bien y va a tener el MISMO sabor que la vez pasada que vine, no se asemeja un tanto con las cadenas de comida rápida? Es por esto que siempre hay gente, por la misma razón que hay demora, y por la misma razón que cuesta lo que cuesta: las personas no buscamos sorpresas, queremos que nuestra comida esté perfecta, y que mañana esté igual de perfecta.

10 de marzo de 2009

Maridaje Uruguayo

Como se ha de saber, la cultura gastronómica de Uruguay esta construida sobre su excelente calidad de carnes. Es un país relativamente pequeño, y poblado (en forma masiva) en zonas muy escásas, lo que hace que su territorio interior mayoritariamente plano sea vasto. Las condiciones geográficas de la zona, en la cual incluyo a Buenos Aires, La Pampa y el litoral argentino, favorecieron a las actividades agropecuarias, con las cuales se logró obtener un excelente producto. Si bien existe una pequeña y sana rivalidad entre Uruguay y Argentina sobre quién posee la mejor carne, Uruguay se mantiene superior a su país vecino en cuanto a exportaciones se refiere a pesar de que en un ranking de la revista Forbes, el restaurant porteño La Chacra obtuvo el tercer lugar, mientras que la carne uruguaya estuvo ausente.
Pero si se trata de vinos, no hay duda que Argentina, junto con Chile, son los mayores exponentes de América Latina, con un nivel reconocido mundialmente en cepas como el Malbec, Cabernet Sauvignon y Syrah. Sin embargo, una sepa que Uruguay supo explotar y, en buena medida, apropiarse es el Tannat. Introducida al país por inmigrantes vascos, ésta uva francesa se ha vuelta emblema de la exportacion vitivinícola uruguaya, logrando un progreso exponencial en su aceptación mundial. El vino Tannat es peculiarmente oscuro. Sus características en la boca de quien lo tome son de un intenso comienzo, textura suave, y un equilibrio notable entre su acidez y las distintas frutas que se pueden llegar a distinguir a la hora de catarlo, y culminando con un final seco y duradero. Todas estas características llevan a que a la hora de maridarlo con carnes rojas, se logre una unión de sabores y un destacamiento de las especias. Se trata, sin más ni menos, de un complemento ideal que resume los sabores en el paladar. Estoy cada día más seguro de que va muy bien con carnes de caza como el jabalí, aunque no me ha terminado de convencer.
Recomiendo probar este vino con un cuadril o con un corte brasilero llamado picanha (tapa de cuadril), en lo posible asado a leña, acompañado con una rica papa al plomo y un buen chimichurri de por medio!

Salud!

23 de enero de 2009

La complejidad de lo simple

Desde el primer día en el que el hombre aprendió que combinando ingredientes podía lograr comidas más ricas aún, la cocina paso de ser una mera necesidad a ser una combinación de arte y ciencia, invocando a la imaginación y osadía de sus obrantes. Con el tiempo, la comida se fue transformando, ajustándose a las modas, las necesidades, y al orden natural; y conforme el hombre y la sociedad se volvian mas complejos, también lo hizo la comida y su elaboración.
La "moda" que, talvéz, esté más en práctica en la cocina hoy en día es el minimalismo. Ésto no solo se nota en el plato que nos sirven, sino también en la arquitectura de los restaurants y los menús (me encantaría poder decir que en los precios también). Si bien el minimalismo en cuanto a comida incumba se traduce en la porción que es servida, el arte casi plástico que se le aplica a las presentaciones de los productos utilizados es de alta consideración. Muchas veces, para que un plato de género minimalista realmente valga el precio, el tiempo de elaboración como así también la originalidad del cocinero han de ser importantes (únicos dos factores que le hacen falta a la industría aerocomercial para ser la gran celebridad del minimalismo culinario).

Se me a cruzado por la cabeza, no obstante, que lo más complejo de lograr es justamente aquello que nos parece simple... lo de siempre. Un huevo frito por ejemplo. ¿Cuántas veces los hemos comido? varias, si no muchas. ¿Pero cuántas veces realmente sentimos placer al comer uno? en la mayoría de los casos, uno se sentaría y comería el huevo como si fuera cualquier otro, posiblemente sin notarlo. Si no eres una persona amante de los huevos, o simplemente no los comes tan a menudo, piénsalo con un sandwich, una tortilla, o una sopa. No es fácil conseguir que lo que generalmente vemos como algo simple, que nos saca de algún apuro, sea algo que nos plasme. ¿Qué es lo que hace falta, entonces, para que algo tan ordinario sea recordado? En primer lugar, prestar atención: cuando uno se concentra en lo que está comiendo, no solo saborea mejor la comida, sino que agudiza los sentidos y pone a funcionar su imaginación, disfrutando así de la comída más que de la gula. En segundo lugar, abilidad y sabiduría del cocinero: no me refiero a logros académicos o laborales, sino a la experiencia y el conocimiento de los preoductos, que son los que verdaderamente logran la excelencia. Y en tercer lugar, aunque de igual importancia, los productos, la materia prima: no es ninguna ciencia que cuando mejor es la materia prima que utlicemos, mejor será el producto final. En muchas ocasiones esto implica un precio más caro, productos más difíciles de conseguir, etc., pero es de vital importancia para lograr un resultado óptimo y loable.

La simpleza de una receta tiene su complejidad en su ejecución, mientras que, en ocasiones, la complejidad de una receta se traduzca en una simple y sobria presentación. A fin de cuentas, se trata de disfrutar.

Hasta la próxima

17 de enero de 2009

Patatas Bravas

Bienvenidos todos a Patatas Bravas, un blog dedicado con todo nuestro corazón (y estómago) a la comida. En las siguientes actualizaciones verán recetas, noticias, alguna crítica, y demás cosas que incumban al fabuloso mundo gastronómico.

Para comenzar, y haciendole honor al nombre del blog, les paso mi versión de "patatas bravas"

Ingredientes:
-Papas
-Cebolla
-Morrón (o Pimiento)
-Catalanes Picantes
-Almidón de Maíz
-Ciboullete (o Cebollin)
-Sal

Procedimiento:
Comenzamos por hervir las papas (enteras y sin pelar) en abundante agua. Una vez cocidas, secar y dejar enfriar. Por otro lado, cortar la cebolla en pluma, el morrón y los catalanes en juliana fina, y picar el ciboullete. Calentar una sarten con un poco de manteca y un fino chorro de aceite vegetal. Agregar la cebolla y dejar transparentar levemente antes de agregar el morrón y los catalanes. Cocinar por unos 5 minutos a fuego medio, hasta que el morrón esté tierno pero no demasiado blando, y reservar. Cortar las papas (recomiendo dejarles la piel) en forma de gajos, pasarlos por el almidón de maíz y freir en abundante aceite hirviendo hasta que estén doradas y crocantes. Retirar, secar con papel absorvente, y salar a gusto. A la hora de servir, cubrir las papas con la preparación de cebolla, morrón y catalanes. Es importante no hacer este paso con mucha antelación para no perjudicar la frescura de las papas.
Pueden optar por hacer una versión no picante simplemente substituyendo los catalanes picantes por catalanes dulces, morrón de algún otro color, o simplemente descartarlos. Disfruten probando distintas alternativas! Al hervir las papas con antelación, se logra que, una vez fritas, estén crujientes por fuera y suaves por dentro.

Buen Provecho,